viernes, 12 de enero de 2007

SECRETOS DE UNA PALABRA





Capítulo II de "Movidos a Misericordia"
© Pastor Iván Tapia

"Lámpara es a mis pies tu palabra,
Y lumbrera en mi camino"
Salmo 119:105


Cuando Jesucristo crea y narra la Parábola del Buen Samaritano, lo hace tomando elementos usuales para los peregrinos de su época que, ya sea por causa de trabajo, razones familiares o religiosas, debían trasladarse a otra ciudad a través de lugares desiertos o a lo menos deshabitados y peligrosos. Tal es el caso de este hombre que "descendía de Jerusalén a Jericó" (San Lucas 10:30). En ese intervalo los viajeros eran sorprendidos por la noche y requerían de un lugar que les sirviese de alojamiento y descanso, donde encontrasen alimento para ellos y sus animales. En estos casos el mesón era tan imprescindible para los caminantes, como lo es hoy para un turista un hotel, motel u hostal junto a la carretera.


Nada es capricho en la Palabra de Dios, revelación inspirada de su eterna voluntad e infinita sabiduría. El detalle del mesón no está dado al azar por Jesús ni es solamente una pieza circunstancial de este relato. Está puesto allí porque algo quiere transmitirnos. Al darnos el Maestro el ejemplo del buen samaritano, con todos los detalles que esta fábula implica, aporta unas claves que podrán ser desentrañadas, con el devenir de los siglos, por inspiración del mismo Espíritu que las creó.


Por eso su Revelación parece siempre nueva. No es que añadamos al sagrado texto nuestras propias interpretaciones o que mañosamente la manipulemos a nuestro antojo, sino que en ella hay tal riqueza - pozo insondable de conocimientos, mina inagotable de verdades- que pareciera un manantial de agua siempre fresca. No es nuestra misión crear nuevas teologías sino traer a la luz mensajes que la mano divina ha depositado en su Palabra como otra señal de su infinita ciencia. Y la presencia del mesón en esta magistral parábola tiene mucho que decirnos.


Discrepo, en la interpretación de sus parábolas, con aquello de no intentar ver el significado de cada detalle y sólo preguntarse ¿Qué idea principal me quiere comunicar esta parábola? Es verdad que toda parábola tiene un centro de atención y que cada detalle gira en torno a ese mensaje central. Pero también son importantes los detalles, sobre todo si se trata de un ejemplo entregado por el Maestro de maestros. Sólo es preciso interpretarlos a la luz del mensaje global de la Biblia y jamás perder de vista las doctrinas teológicas fundamentales que nos sustentan.


Por ejemplo, estaríamos muy descaminados si, a partir de la Parábola del Buen Samaritano concluyésemos que nuestra salvación se basa en las buenas obras, no importando la sana doctrina de la justificación por la fe en Cristo. Nunca fue el propósito de Jesucristo, en esta enseñanza, señalarnos que los seres humanos se salvarán por su comportamiento, no importando la doctrina, sino más bien amonestarnos a ser mejores que los paganos, actuando en amor con el que sufre. Es una vergüenza para la Iglesia que personas que ostentan unas creencias falsas o distorsionadas de la verdadera fe cristiana, actúen con más amor y compromiso que quienes aseguramos llevar el Espíritu de Amor en nuestros corazones. El ejemplo del samaritano estaba destinado a avergonzar a los judíos y provocar en ellos el arrepentimiento, un profundo dolor por no hacer lo que Dios pide y, por tanto, cambiar de actitud para con su prójimo; "Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos" (Oseas 6:6).

NIVELES DE INTERPRETACIÓN.
Los detalles, decíamos, son importantes. Tómese por ejemplo otra historia de Jesús, la Parábola del Siervo que no Perdonó (San Mateo 18:23-35). Cuenta esta historia que un rey quiso hacer cuentas con sus siervos o criados y los llamó para ponerse al día. Comenzado este balance, le fue presentado un deudor, al cual ordenó pagar su deuda a costa de la venta de todos sus bienes, incluyendo mujer e hijos. El servidor suplicó piedad con tal congoja que el señor fue movido a misericordia y le condonó su cuenta. Mas el siervo no actuó así con el compañero que le debía, a pesar de que le pedía paciencia, y lo echó a la cárcel. Acusado por sus consiervos, debido a este acto de poca humanidad, el rey le castigó.


No podemos conformarnos con colegir de este texto exclusivamente que nuestro deber es perdonar toda deuda, sea esta material o de otra índole, como lo hizo aquel amo con su sirviente. Esta sería la primera conclusión, por cierto muy importante, y que corresponde a una interpretación directa, por llamarla de forma sencilla.


Es evidente que cada personaje y cada detalle del relato, nos entrega a un nivel hermenéutico un poco más profundo, la historia de la salvación humana. En la parábola hay un rey, como nuestro soberano Señor, que nos pide en determinado momento de la vida cuenta de nuestros actos. En el monte de Sinaí, Moisés recibió el Decálogo, que son los diez principios morales de conducta que rigen a nuestra civilización judeocristiana y a todo ser humano con conciencia. Ante esa Ley todos nos encontramos culpables, merecemos el juicio, la condena y el castigo; pero ante nuestro desesperado arrepentimiento, Dios es movido a misericordia. Señal de ese gran amor por los seres humanos, es la cruz del Calvario. Él nos ha perdonado de todas nuestras maldades. Sin embargo, a pesar de haber recibido ese amoroso perdón, muchas veces nosotros no somos capaces de perdonar al hermano que nos ofende. ¿Quiénes somos nosotros para negar el perdón?


Esta segunda lectura juega con los elementos como símbolos de otra realidad, requiere de una mayor clarividencia del lector pues éste debe ser capaz de establecer un paralelo entre los elementos concretos y hechos ficticios de la parábola (señor, siervo, balance, deudas, perdón) con los elementos concretos y abstractos de la historia de la salvación. Luego podrá llevarlo a nivel personal y evaluar qué tanto está perdonando, esto es aplicando la enseñanza de la parábola.


Llama la atención la expresión "movido a misericordia", idéntica a la utilizada en la Parábola del Buen Samaritano. De allí, de esa relación entre dos textos, surge un nuevo nivel de interpretación. Y así podríamos continuar. La palabra de Dios es más profunda y con más niveles de lectura, que la mejor obra de literatura universal. Pero, para su correcta interpretación, el lector requiere de la asistencia del Espíritu Santo que la inspiró.


Esta parábola es la respuesta a una pregunta concreta planteada por uno de los discípulos de Jesús. Pedro preguntó al Maestro "¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?" Y la respuesta de Jesús fue muy clara: "No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete" (San Mateo 18:21-22). Esto es una infinita cantidad de perdón para el que nos hostiga, daña, molesta, perjudica o hace cualquier tipo de mal. La enseñanza no es antojadiza, obedece a un plan del Maestro y a las necesidades de los alumnos. El Señor prefirió contar un cuento que encerrara todos los principios que involucra el perdón, utilizando imágenes potentes que impactaran la imaginación y la memoria de los oyentes e interpelaran a sus conciencias; una enseñanza metafórica o simbólica que permitiera muchos niveles de lectura a través de las edades, de acuerdo a la cultura, psicología, formación, sensibilidad y experiencias de lectores y oyentes. También nos dejó a los predicadores una tarea no menos sencilla, cual es la de transmitir, de acuerdo al lenguaje e intereses de la época, el verdadero mensaje fundamental de su enseñanza. Los ministros tienen el deber de estudiar diariamente, con oración y acopio de información sobre el contexto cultural, histórico, geográfico como lingüístico; la Palabra de Dios, para alimentar a su pueblo y evangelizar al mundo.


Una buena interpretación del mensaje divino conduce inevitablemente a un cambio de actitud de los oyentes. La prédica no es sólo una exposición de verdades teológicas sino que también contiene el consejo del Espíritu Santo y las medidas prácticas o el modus operandi para hacer concreta en la vida de cada cristiano esa enseñanza. Así, en el caso de la Parábola Del Siervo Que No Perdonó, el maestro podrá argumentar sobre la falsedad de algunos dichos populares que dan una incorrecta apreciación del perdón y luego entregar un listado de sugerencias con clave nemotécnica para desarrollar la capacidad de perdonar.

UNA EXPLORACIÓN BÍBLICA
Al revisar las Sagradas Escrituras en búsqueda de la palabra mesón y sus sinónimos o lo que pudiese cumplir una función similar, encontramos escasas pero significativas referencias a este lugar de descanso de los peregrinos del desierto. Estos pasajes, en que de alguna manera se hace referencia al sitio de descanso, son, a nuestro juicio, señales que el Espíritu Santo dejó en su Palabra como desperdigados mojones para señalarnos una ruta que conduce inevitablemente al evangelio de la Parábola del Buen Samaritano. Culmina este sendero en la enseñanza de Cristo. A través de esos textos, a nuestro juicio, Dios quiso señalarnos importantes principios sobre la Iglesia como una comunidad de servicio y las necesidades de los cansados y afligidos peregrinos de este mundo, esto es la iglesia como mesón.


Antes de continuar con nuestra exploración bíblica en torno al término, echemos una mirada a la definición que nos entrega el Diccionario Bíblico acerca del mesón: "Posada o alojamiento, en algunos casos eran simplemente parajes en donde las caravanas acostumbraban detenerse por la noche, situados a distancias convenientes para hacer una jornada completa entre dos de ellos. Preferíanse para este objeto sitios que tuvieran agua en sus inmediaciones, pero no siempre tenían edificios. En esos parajes se construían algunas veces khans u hosterías. Estas eran, y son todavía, grandes edificios con cuartos para los viajeros, y establos para las bestias, alrededor de un patio descubierto, en el cual se ponía una fuente si ello era posible; pero los caminantes debían llevar consigo sus provisiones. En uno de esos establos fue quizá donde nació nuestro Salvador, si ya no fue en la cueva tradicional. En Lucas 10:34 se hace mención de otra clase de mesón, a cargo de un mesonero a quien probablemente se le pagaba por los servicios que prestara a los viandantes, así como por las provisiones y pastos que les proporcionara para sí y para sus animales."


El mesón es un lugar para pasar la noche, para descansar; un lugar de protección; para alimentarse y alimentar a los animales; para reponerse del cansancio y, en ocasiones, un lugar de sanación.


Ahora sí sigamos la pista que nos entregan estos pasajes y escudriñemos el mensaje que esconde para los cristianos de hoy y para todo samaritano.

PARA REFLEXIONAR EN EL MESÓN.
1) Piense en los trayectos rurales y urbanos que hacen los actuales peregrinos o los trabajadores de regreso a sus hogares. ¿Se ha visto usted alguna vez en peligro de ser asaltado? Cuente su experiencia.
2) Observe en un mapa bíblico la distancia entre Jerusalén y Jericó.
3) ¿Qué le dice a usted en forma muy personal la Parábola del Buen Samaritano?
4) ¿Es su casa un mesón para peregrinos agobiados? ¿Es su iglesia un mesón?
5) Haga una interpretación de los siguientes símbolos en la Parábola del Siervo que no Perdonó: señor, siervo, balance, deudas y perdón.