sábado, 14 de abril de 2007

PAZ A LOS DISCAPACITADOS


Capítulo IV de "Movidos a Misericordia"
© Pastor Iván Tapia

"Él les respondió: Paz a vosotros, no temáis;
vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro
en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero"
Génesis 43:23



Dice este segundo texto en que nos sale otra vez al camino la palabra mesón: "Y se acercaron al mayordomo de la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa. Y dijeron: Ay, señor nuestro, nosotros en realidad de verdad descendimos al principio a comprar alimentos. Y aconteció que cuando llegamos al mesón y abrimos nuestros costales, he aquí el dinero de cada uno estaba en la boca de su costal, nuestro dinero en su justo peso; y lo hemos vuelto a traer con nosotros. Hemos también traído en nuestras manos otro dinero para comprar alimentos; nosotros no sabemos quien haya puesto nuestro dinero en nuestros costales. Él les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a Simeón a ellos. Y llevó aquel varón a los hombres a casa de José; y les dio agua, y lavaron sus pies, y dio de comer a sus asnos. Y ellos prepararon el presente entretanto que venía José a mediodía, porque habían oído que allí habían de comer pan" (Génesis 43:19-25).

Nos encontramos ahora con unos hermanos muy desconfiados de los hechos y de la generosidad de las invitaciones de José. Él les invitó a casa y tuvieron temor, "decían: Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera vez nos han traído aquí, para tendernos lazo, y atacarnos, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos" (Génesis 43:18). Me recuerdan a muchas personas frente a la gracia de Dios, entre ellas a las personas que sufren una discapacidad.

LA MEJOR FORMA DE AYUDAR.
Las personas discapacitadas han sido tratadas por la sociedad sucesivamente como sujetos monstruosos o imperfectos que debían ser eliminados, luego dignos de lástima y protección y actualmente como personas, al menos en teoría, que merecen ser integrados en la sociedad y en todos sus esquemas de funcionamiento. Ellos hoy se organizan y luchan por una postura igualitaria en la sociedad. El discapacitado no podía ser sacerdote ni ejercer en el judaísmo ninguna función religiosa (Levítico 21:18). Cristo puso al ciego, al sordo, al discapacitado motriz en posición de ser personas amadas por Dios y cumplir una función en la Iglesia. El ciego del Evangelio comenzó a anunciar el amor de Dios y lo que el Salvador había hecho por él (San Juan 9:24-34).

Quien es ayudado, muchas veces lo recibe con desconfianza ¿por qué? Porque no siempre ha sido ayudado en la forma correcta. Dar una limosna en la puerta de un templo no es la mejor forma de ayudar a un discapacitado sino, como lo hicieron Pedro y Juan en la Hermosa, entregarle lo que poseemos, el tesoro que llevamos dentro, el Evangelio de Jesucristo. "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda"(Hechos 3:1-10).

Los discapacitados no gustan de acercarse mucho a las personas que pretenden ayudarles o bien se acercan de una manera inapropiada, con agresividad o con la actitud del que pide una limosna. Ellos no quieren ser más humillados sino respetados por lo que son y valen. La desconfianza pervive en muchas personas discapacitadas porque durante siglos se les ha tratado como inferiores, no se les ha integrado, han servido como justificación a las conciencias sucias y han sido utilizados para satisfacer intereses personales. Muchos intentan limpiar sus conciencias "ayudando" a un discapacitado. Eso no es amor genuino, no es misericordia sino sólo una utilización del dolor. Otros comercian con el sufrimiento y, lo que es peor de todo, pretenden engañar a Dios. Los discapacitados son antes que nada personas, merecen nuestro respeto y tienen un lugar que ocupar en la Iglesia y la sociedad. Démosles el lugar que les corresponde.

El mesón nos indica la correcta forma de recibir el don de Dios. Los hermanos de José tenían miedo de lo que estaban recibiendo gratuitamente. ¿Cuántas personas no tendrán miedo de una salvación gratuita que deje fuera la propia iniciativa? El otro día alguien me decía es imposible, Dios no puede regalar la salvación, eso es una ridiculez, la salvación hay que ganársela, eso es muy fácil. Pero Dios no da lugar para el orgullo humano en su plan. Él sólo admite la fe como entrada a esa salvación, pero una fe que no es humana sino que viene a través del oír. Nada más pasivo que el escuchar y Dios ha provisto esta manera para que accione la fe en nosotros. La Palabra de Dios dice "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios" (Romanos 10:17). Para el ser humano es más fácil esforzarse por conseguir algo que quebrantar su orgullo y acceder humildemente al regalo de Dios.

Los hermanos de José se portaron en forma honesta y quisieron devolver lo que no les pertenecía. Muchos piensan que la salvación no les pertenece porque no se la merecen Esto es verdad, el ser humano no se merece la salvación porque ha actuado contra los mandamientos de Dios. Pero Él nos ha regalado la salvación aunque no la merezcamos. No necesitamos hacernos merecedores de esa salvación. Dios nos la ha regalado porque nos ama. ¿Se ha preguntado usted alguna vez me merezco esta salvación? No, la salvación no se merece. Dios nos va a dar entrada en el cielo no porque nos hayamos portado bien o mal; sencillamente porque hemos creído a su mensaje. La tendencia humana es pensar que los que se han conducido bien recibirán el cielo y los que se han conducido mal el infierno. Esto es una ley de pórtate bien y tendrás premio, pórtate mal y tendrás castigo una ley de premio y castigo. No es así. La entrada al reino de Dios es la fe, Cree que Jesús te da la salvación y serás salvo. Pero el resto de tu vida, entrega tu vida al Señor, obedece a sus mandamientos y permite que el Espíritu Santo te transforme.

El mesón nos indica la necesidad de dar paz a los discapacitados. Paz a vosotros les dijo el mayordomo de la casa de José. Iguales palabras pronunció Jesús a sus discípulos cuando se les apareció resucitado. Paz significa tener ninguna culpabilidad, una conciencia limpia y en paz frente a Dios. Debe haber una relación de paz entre tu conciencia y Dios. Una conciencia en paz es fruto de la correcta relación con Dios. Paz a vosotros nos dice el Señor. El nos ha regalado la salvación y nos ha perdonado. Sintámonos en paz. Dice la versión popular DHH: "Así pues, libres ya de culpa gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1). Paz en la conciencia. Pero ¿cuántos han conquistado realmente la Paz? ¿Acaso no hay muchas personas que aún no tienen la Paz verdadera? Muchos discapacitados no tienen paz en sus corazones porque sienten que la vida les ha jugado una mala pasada. Requieren de una urgente evangelización. Ellos necesitan reconciliarse con sus padres y consigo mismos, con la sociedad y, en primer lugar, con Dios. Nuestra tendencia como seres humanos, cuando vivimos una mala experiencia, es buscar culpables. Tendemos a buscar al culpable, al chivo expiatorio, culpamos de nuestras desgracias a los que nos rodean, a nosotros mismos, a la vida y a Dios. Es fundamental y prioritario "ponerse en la buena con Dios", reconciliarse con Él, nunca más buscar culpables de nuestras desventuras.

El Señor Jesucristo les dice "Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales", este ha sido un regalo de Dios para ustedes, no se sientan temerosos ni culpables. Donde hay amor no hay temor. El amor echa fuera el miedo. Señor: los discapacitados no deben sentirse culpables sino muy acompañados por Ti. Los hermanos de José eran como los discapacitados, su culpa los hacia incapaces de recibir el amor de su hermano. ¿Cuántos de nosotros no aceptamos el don de Dios porque en el fondo llevamos una culpa o creemos tener una culpa?

El mesón nos indica como cuidar el don de Dios. Después de recibido el regalo hay que cuidarlo, esto es apreciarlo, observarlo, conocerlo, actuar conforme a lo que hemos recibido. Imagine usted que le han regalado una hermosa joya, ¿la guardaría en una caja fuerte y jamás la llevaría? No, ciertamente usted la usaría, la cuidaría y la exhibiría. Veamos otro ejemplo Le han regalado un auto 0 kilómetros, un carro de muy buena marca, que alcanza grandes velocidades, y además es muy bello. Usted lo dejaría en su garaje y jamás pasearía en él ¿Acaso no compartiría con sus seres queridos el vehículo y hasta con satisfacción lo mostraría a sus vecinos? Eso es lo normal. Lo normal es que, si he recibido el regalo del perdón y la salvación eterna, quiera compartir esa experiencia con otros, desee que otros la tengan y que actúe como un buen cristiano conforme al regalo que he recibido.

Los hijos de Jacob, prepararon un presente ¿Cuál es nuestro presente para el Señor? La alabanza, la eterna gratitud, el ayuno, la oración, una vida correcta, procurar cumplir su mandamiento de amor. No es que vayamos a ganarnos la salvación por habernos portado bien sino que agradecemos con una vida cambiada lo que él ha hecho No podemos comprar la salvación ni tampoco al Dios de nuestra Salvación pero si podemos brindarnos a Él como un presente de gratitud. Las oraciones de los cristianos se muestran en Apocalipsis 8:1-5 como un perfume delante de su trono.

DAR, RECIBIR Y CUIDAR EL DON DE DIOS.
Podemos concluir que la desconfianza de los discapacitados nace de una incorrecta forma de ayuda de parte de los llamados "normales". Hay un miedo a recibir ayuda y entre estos miedos está el temor al regalo de la salvación; la desconfianza y el natural orgullo humano obstaculizan el proceso de conversión. Es preciso saltar esta barrera llamando su atención sobre el relato evangélico de la relación de Jesucristo con las personas discapacitadas y la alegría de la salvación gratuita, el don de Dios que les traerá paz a sus conciencias. En forma espontanea surge nuestro presente al Señor, que es la gratitud, la alabanza y la entrega absoluta a Él.

Del análisis de los textos de este capítulo de Génesis, podemos concluir que el Mesón es un lugar de conversión donde aprendemos la correcta forma de recibir el don de Dios, la necesidad de dar paz a los discapacitados y como cuidar el don de la salvación. En el Mesón los discapacitados aprenden a confiar en Dios y en el hermano que desea ayudarles. Los samaritanos, por su parte, aprenden la correcta manera de ejercer misericordia. Finalmente los discapacitados pueden transformarse también en buenos samaritanos de su prójimo.

En el Mesón se aprende el Amor de Dios y las claves del espíritu de servicio: altruismo, bondad, compasión, disposición, esmero, fidelidad y generosidad. Mas, para llegar a tal desarrollo, es preciso vivir un entrenamiento que promueva esos aprendizajes, estableciendo primeramente al cristiano sobre el fundamento de la vida espiritual (fe, paz, amor y esperanza) y adquiriendo las herramientas básicas del cristiano (oración, ayuno, alabanza y meditación de su Palabra).

PARA TRABAJAR EN EL MESÓN.
1) Sabemos que somos inmerecedores del amor de Dios, pero que Él, a pesar de eso, nos ha regalado el más precioso de los tesoros: la salvación en Cristo Jesús y todos sus efectos. ¿Ha sentido usted alguna vez la imposibilidad de aceptar o recibir algo de su gracia? Coméntelo con otros hermanos o samaritanos.
2) Cuente cual ha sido su experiencia al ayudar a personas con discapacidad.
3) Abra un archivo que reuna información de periódicos y revistas, sobre los discapacitados y sus luchas.
4) ¿Le agradaría a usted colaborar para que las personas discapacitadas recibieran el don de Dios, alcanzaran la paz y aprendieran a cuidar su salvación?